31 de marzo de 2008

Sobre la soja...





Del blog de Javier Noguera


La rentabilidad promedio por producir soja es hoy 29 por ciento mayor que hace cinco meses. Esto se debe a que los precios de los granos se dispararon y la suba de las retenciones sólo menguó en parte las ganancias extraordinarias del campo. Más de la mitad de la siembra del país se concentra en la soja.

Según datos de la Secretaría de Agricultura, en octubre, con un nivel de retenciones del 27,5 por ciento, una hectárea de soja en la provincia de Buenos Aires dejaba una utilidad promedio de 1.404 pesos. En febrero, ya con un arancel del 35 por ciento, los productores bonaerenses llegaron a ganar 2.240 pesos. Con las nuevas retenciones móviles, que hace unos días se situaban en un 43,38 por ciento, ganaron 1.826 pesos, un 29 por ciento más que hace cinco meses. Por otro lado, las retenciones móviles les aseguraron a los productores mantener una rentabilidad siempre superior a la de octubre último.
La retención es una medida de política fiscal que redistribuye la renta. Es decir, beneficia a todos, representa más hospitales, más escuelas, más agua potable, más cloacas, más pavimento, en definitiva: más progreso para millones de argentinos que aún se encuentran sumergidos en la pobreza.
La medida se tomó por primera vez durante el gobierno de Eduardo Duhalde para financiar los planes sociales. Antes de la disposición, las entidades del campo habían ofrecido un único aporte voluntario de 1.500 millones de pesos poniendo como condición para el desembolso que no les aplicaran retenciones. “Queremos colaborar con el país”, decía el entonces titular de la Sociedad Rural, Enrique Crotto. La jugada “caritativa”, que contaba con el guiño de varios obispos católicos, no prosperó y el 4 de marzo del 2002 el ministro de Economía, Jorge Remes Lenicov, anunció la aplicación de un 10 por ciento de retenciones para los productos primarios y 5 por ciento para las manufacturas agropecuarias. Los dirigentes rurales afirman desde entonces lo mismo: que las retenciones dejaran sin rentabilidad al campo y provocaran una brusca caída de la producción. El mismo argumento lo repitieron todas las veces que el Gobierno decidió subir la alícuota. Sin embargo, los pronósticos apocalípticos no se cumplieron. Los sojeros aumentaron la producción de manera espectacular incentivados por el tipo de cambio alto y la suba de los precios internacionales.
Desde entonces, el boom se reflejó en el fuerte crecimiento de la venta de cosechadoras y tractores y en la acelerada regularización de los créditos bancarios. En 2002 la producción primaria tenía el 53,7 por ciento de sus créditos en situación irregular y en 2005 ese porcentaje había caído al 8,9 por ciento (ahora está en 2,2). Otro indicador fue el precio de los campos, que se duplicó en dólares durante el mismo período.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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