15 de diciembre de 2015

La plaza



Llegué a la plaza y me acomodé como pude cerquita de la pantalla. Vi caras conocidas, la gente de Cultura para la Victoria, la Nacha, la Beltrame. Había chicos entre el público, con sus carteles. Yo no llevé a Emma.
La locutora de la Rosada anunció la llegada de la Presidenta al acto. Se notaba que hacía esfuerzos por no llorar. Yo empecé a llorar en ese momento. Los que se habían sentado para no tapar la pantalla se pusieron de pie para el Himno. Había que estar ahí. Había que ver los dedos de la victoria en alto, escuchar a la tropa cantando a los gritos.


Mientras Cristina hablaba recordé el día en que le había dicho a Aldo Jarma que no estaba muy convencida de que ella fuera la candidata que quería votar. Él me recomendó escucharla, buscar unos videos en youtube. Pasé varios días estudiando a la candidata. Terminó gustándome, claro. Y ahí estaba, hecha un mar de lágrimas en el último día de su presidencia. En las últimas horas.
Todo era conmovedor. La presencia de la Bárbara con su panzota, del profe convaleciente. El chango del cartel de "Gracias por tanto" que sostuvo en alto desde las 6 y media de la tarde hasta las 9 de la noche. El abrazo de la Caro; las chicas con una bandera enorme, muy jóvenes ellas. La Pau.
"Cuando Néstor asumió estábamos con una manos atrás y otra adelante", decía CFK. "Los jubilados ganaban 150 o 180 pesos". En ese momento escuché un alarido. Detrás de mí una señora grande, que sostenía un cartel que no recuerdo si leí, se desgargantaba: "¡ciento cuarenta!". El ciento cuarenta terminó en sollozo. "Ciento cuarenta ganábamos".
El discurso iba terminando. "Respetar la voluntad popular y aprender a hacerse cargo de haber ejercitado la voluntad popular...". A esas alturas yo ya ni aplaudía. No cantaba. No gritaba. Lloraba y tomaba notas para empezar a construir un texto.

13 de mayo de 2015

La Cinta Rosa 8. Atrevida.

En el último mes supe de algunos nuevos diagnósticos de cáncer. A pesar de que vengo llevando como la mierda lo de la meditación me senté deliberadamente a enviar unos pensamientos con onda para mis nuevos colegas.

Hace unas horas supe de un diagnóstico que me apenó en particular. Probablemente porque había charlado un rato con ella hace poco, en una sala de espera. O porque conozco a sus hijos, quién sabe.

Bueno, doñita. Usté y yo no somos amigas. Naturalmente, entonces, no formo parte de su grupo de apoyo. Pero si se le da por ponerse a leer blogs, esto es lo que yo le diría, de onda. De buena onda. Y de pura atrevida nomás que soy.

La Cinta Rosa 7. No me banco.

No me banco la mierdilla sentimentaloide que se desparrama en torno al cáncer. Esa cosa de libros lloricosos que te "enseñan" a "morir con alegría". O blogs escritos por héroes y heroínas que batallan contra la enfermedad a puro golpe de lugares comunes.

Hace unos días encontré un escritito tumoroso en Facebook con una notita de copirrái al pie. Me pregunto si es para asegurarle a la familia unos mangos con la publicación póstuma. Me pregunto si logrará vender algún libro si sobrevive. Me pregunto si se habrá preguntado por qué lo hace. Yo tengo claro que el cáncer vende. Vende drogas; servicios para enfermos; servicios para moribundos; vías intravenosas que son como la ferrari de la solución salina; terapias alternativamente terapéuticas, yuyos buenos, malos, de amor y de muerte; analgésicos de corte industrial; pelucas. Y vende también historias. En Hollywood y en las editoriales. La bloguera con copirrái también tiene claro el asunto del negocio. Insisto en mi curiosidad acerca de si van a vender a cajón cerrado o no.

1 de mayo de 2015

Típicamente mente femenina

La escuela
En la escuela de mi hija sólo hay alumnas mujeres. Defiendo eso, porque creo que en un espacio sin varones las mujeres no estamos tan atadas a los estereotipos de género.
Hoy estuve conversando con otras madres que defienden eso por las razones opuestas. Dicen que la escuela de mujeres favorece la crianza de chicas "más femeninas". Me pregunto qué es eso. Pero no les pregunto a ellas, fiel al mantra "pare de sufrir".

La calle
Un tipo dio vuelta a la esquina con su lustrosa camioneta. Puso el guiño mientras giraba, no 30 metros antes. No tuvo tiempo de bajar la velocidad para ver si había peatones cruzando, pero tuvo tiempo de detenerse para revisarme las tetas. Le grité un montón de groserías y se rió hasta que le hablé de su madre. Una mujer que lo educó pare ser "bien macho", se ve.

La casa
El gordo iba a buscar a Emma y a una compañera de la escuela. Yo iba a comprar el regalo para la Bobe, que cumple 97 mañana.
Él no pudo suspender la compra del asado para el festejo del Día Internacional del Trabajo. Dio por sentado que yo iba a suspender la compra del regalo para buscar a las chicas. Y así fue.

La escritura
Estoy practicando para un taller de poesía del Mayo de las Letras. De pura optimista nomás, porque no sé si me admitirán (es de esas actividades del Fondo Nacional de las Artes en las que te piden currículum de poeta y yo, hasta el momento no tengo huevos para la oficina pero sí un ridículum que me da más créditos ahí que en la escritura y la edición).
Escribí un poemita sobre la mujeridad atrapada en la vida doméstica. Primo hermano de mis últimos relatos además.

Digan lo que quieran, el blog y mi teclado son más piolas que el diván.

Reaparezco mañana.

30 de abril de 2015

Quiero contarles una buena historia



Y aquí estoy. Enfrascada en el proyecto de hacerme algunos hábitos saludables para la cabeza y el cuerpo.
Hoy zafé, más o menos.
La idea es arrancar el día muy temprano; escribir; hacer ejercicio; habituarme a vivir con un presupuesto y respetarlo; trabajar en la edición del libro de la Noimann y de uno propio.
Quiero dedicarme a la escritura y a la edición, que es lo que me queda bien. No tengo huevos para la oficina.
Me reportaré en el blog, y trataré de hacer que esos escritos sean interesantes.

Veremos cómo va.

Ya es tarde.

Hora de dormir.

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