11 de marzo de 2008
Dos tuvoques
Uno con hombre
El tenía ya una vida pero
tuvo que amarla.
Aunque tenía ya
–también–
un amor y otros tres.
Y uno más. Y otro.
Ella no era un amor. Era ella.
La quiso una noche y después.
Y una tarde también la quiso.
La amó durante horas y horas sinpausanidescanso.
Sin ningún alivio.
Amaneció. La quiso una vez más y otra.
Fue entonces que sin más remedio
suspiró.
Y prendió el último cigarrillo
antes de cerrar la puerta.
Al cabo que los dos sabían
que él iba a tener que quedarse con esa vida suya
y extrañarla para siempre.
Uno con pez
El pez –bueno, el pececito–
nadaba y burbujeaba.
Se deslizaba en su agua fresca y, a veces, al moverse
hacía unos ruiditos agradables.
Cuando el Fernando se zambulló vio al pez –al pececito–.
Se miraron un rato corto.
Movieron los brazos, agitaron las aletas.
Se besaron varias veces y hacían chasquidos alegres.
Fernando volvió –tuvo que volver–
a la superficie.
En el agua, el pez nadaba y burbujeaba.
En la orilla del río el Fernando agitaba las aletas
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