Nélida Fernández tiene una hija adoptiva. Se llama Erika. (¿O Erica?).
Nélida Fernández y Susana Acosta son las principales sospechosas de haber causado la desaparición de Beatriz Argañaraz. Tal vez de haberla matado. Pero por ahora no hay cadáver.
En fin, estábamos en otro asunto.
Hace algún tiempo, a Nélida Fernández le dieron la adopción plena de Erika, que hoy tiene unos 8 años de edad.
Antes, había estado en la Sala Cuna (Instituto de Puericultura Alfredo Guzmán), bajo custodia del Estado. Dicen que pasó a la Sala Cuna cuando le quitaron la patria potestad a sus padres biológicos. Después de un tiempo, Nélida Fernández eligió ser su mamá. A la defensora de menores Lilia Salim le pareció buena idea que Erika tuviera una madre. Y le pareció buena idea que fuera Nélida. Y pasaron los años. La mamá de Erika está acusada de secuestrar, hacer desaparecer y probablemente matar (creo que en los '70, cuando uno quería decir "secuestrar + hacer desaparecer + probablemente matar" decía "chupar") a Beatriz Aragañaraz.
En cualquier otra situación, la niña se hubiese quedado con su abuela. Erika no tiene. (La esposa del padre de Nélida no es madre biológica ni adoptiva de Nélida, por lo tanto no tiene ningún vínculo legal con la chiquita). Se hubiese quedado con algún tío. Erika no puede. (El tío está también acusado de haber participado en el crimen). Se ofrecieron a cuidarla parientes políticos de Nélida. Ofrecieron su casa, su buena voluntad.
Pero la defensora de menores que hoy cuida los intereses de Erika es Lilia Salim. La misma que la entregó en adopción a Nélida Fernández hace unos años, dicen que bajo protesta de la hermana Manuela, la directora de la Sala Cuna.
Y claro, como no le fue muy bien la primera vez, Salim ahora no quiere mandarse macanas. Por eso no deja que ninguno de los parientes políticos que tienen la voluntad de hacerlo cuide a Erika.
Mientras tanto, a pedido de la fiscal que investiga la desaparición de Betty, la nena de 8 años está en el Instituto Adoratriz de Protección a la Joven.
El Instituto es una dependencia que se sostiene con el aporte del Estado y que está a cargo de la congregación de las Hermanas Adoratrices. Allí asisten a adolescentes que, por distintas razones, no pueden vivir con sus familias. La Justicia pide asilo para estas chicas, las monjas les dan casa, comida y un ambiente lo más familiar y lo menos institucional posible. Cosa que es, por otra parte, muy difícil.
En fin, que cuentan algunas personas que la Erika iba a estar un par de semanas ahí, a pedido de la fiscal. En ese tiempo, la defensora iba a decidir quién iba a cuidar a la chica.
Pero bueno, Lilia Salim no quiere volver a equivocarse. Y la mejor forma de no errar, es no hacer nada.
Así es como la nena de 8 años está desde hace más de un mes, en un sitio con chicas más grandes, encerrada (las monjas no están preparadas para darle un régimen de asistencia más piola) y volviendo locas a todas las personas dentro del Instituto y del convento.
Dicen que es caprichosa. Malcriada. Que tiene la boca de un marinero borracho. Que está a la defensiva. Y sola. Muy sola. Desfamiliada no una (con pase a la Sala Cuna) ni dos (con pase a Nélida) sino tres veces (con pase a ninguna parte).
Los plazos con las monjas se cumplieron. Lilia no quiere meter la pata. La Giannoni dice que la chica ya no es asunto suyo, que ella es fiscal penal.
Y la abuela no será biológica ni legal, pero es la abuela. Y las tías no serán todo lo que los abogados quieren, pero son las tías. Y la institucionalización con las monjas (que ya no se cuecen en el primer hervor y hace rato que no saben cómo tratar con niños) no es una salida para la chica. Que quiere jugar con las amigas, ver vaya uno a saber qué en la tele, comer tortillas con manteca, soñar con ser bailarina (o cantante pop) y todas esas cosas que hacen las de su edad. Pero está encerrada. Y otra vez sola.
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