25 de octubre de 2006

El ingeniero va al séptimo


Juan Carlos Blumberg quiere su gorra. Su porrita, sus charreteras y la casaca verde. Una casaca con hombreras y con el pecho duro, durito, relleno de entretelas donde descansen orgullosos los dorados botones. Dénle su uniforme al ingeniero.
Él no está de acuerdo con el castigo que los jueces dieron a los acusados por matar a su hijo. Le parece poco. Quiébrenles los dedos con un destapador de botellas. Arránquenles las uñas. Córtenles el pito. Éso es justicia, señor.
Al ingeniero no le va eso de la ley penal existente. Al ingeniero no le van los jueces que la aplican. Entonces, el ingeniero desprecia la ley y la Justicia tanto como los imbéciles que secuestraron y mataron a su hijo. El ingeniero quiere sangre. Y pide sangre.
No sé usted, pero yo no le voy a dar la mía. No le voy a dar la de los ladrones que están en la cárcel porque son pobres. Hay otros (dueños de ingenios azucareros que contaminan y contratan en negro; dueños de diarios que reciben publicidad del Estado y contratan en negro; dueños crónicos de empresas que quiebran en forma sucesiva para lavar dinero; dueños de empresas de ómnibus que me cobran un peso con veinte un viaje sin seguro, sin seguridad, sin horario y sin limpieza). Esos delincuentes andan sueltos y ganando plata.
¿Así que a Blumberg no le plugo la decisión del tribunal? A mí no me place Blumberg.
Que no se dio cuenta de que la muerte violenta de su hijo no tiene justicia posible, porque el chico está pudriéndose en su tumba y eso es injusto y no hay vuelta que darle. Que no se dio cuenta de que las leyes penales proponen aislar a los violentos para proteger al resto de la comunidad. El objetivo de las normas no es que el ladrón devuelva lo que robó. O que el asesino ande por ahí fabricando lázaros. (Si los objetivos de las leyes están bien o están mal, es motivo de otra disquisición).
No está bien andar por el mundo blandiendo la espadita en busca de un par de arterias para pinchar. Porque si sigue así va a terminar con los malcondenados usted también, agitándose en las ráfagas del séptimo círculo.
Por cierto: ¿un fallo de mierda o un facho de mierda?

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