20 de enero de 2016

Ya no se aburre el Alfonso



Treinta mil despedidos es la cuenta tras el puerperio del nuevo gobierno de derecha.
Algunos de ellos, se sabe, infladores de globos amarillos.

El unitarismo macrista se expresó en la (esperable) medida de aumentar los fondos coparticipables para la Ciudad de Buenos Aires. Aunque ya se había anunciado en las palabras del ministro de Hacienda, Alfonso Prat Gay:
"Somos una nación de 40 millones de habitantes con un nivel superior de educación todavía respecto de otros países de la región, que cada 10 años nos dejamos cooptar por un caudillo que viene del norte, del sur, no importa de dónde viene, pero de provincias de muy pocos habitantes, con un curriculum prácticamente desconocido. No vaya a ser que en 2020 estemos hablando fulano de tal, que vino, no sé , de Santiago del Estero, que no lo conocíamos, apareció de la nada y resulta que se quedó con todo el poder".

Todo el poder. Eso es lo que buscaba la megaburguesía porteña en las últimas elecciones. El empoderamiento de las clases populares, de las mujeres, de los trabajadores, era una quita de poder para la derecha argentina. Un alerta de peligro de extinción. El poder económico no les alcanzaba, querían "todo el poder". Y los que se lo sirvieron en bandeja lo hicieron a cambio de perder el suyo.

Está además, el horroroso avance sobre los sitios de construcción y preservación de la memoria. Esa intención de apoderarse también de la cultura histórica. Pero ese es tema para otro post.

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