A celebrar. Felicidades a los amigos trabajadores ocupados y desocupados. A los que ponen el hombro y les cascan el lomo. A los que dan una mano. A los compañeros de la Secretaría que se amontonan en lo de Aldo y en los cafés a laburar aunque no haya oficina. Y a los del partido y a los de la Fundación. A los de Grito (que los tengo abandonados, ya sé). A los que nunca van a leer este blog porque no les llegó ni el teléfono (de computadoras e internet ni hablar). A Walter Besuzzo que postea sobre su vida como maestro de grado. A los del diario El Siglo que laburan por el sánguche y la coca, como otros muchos trabajadores de prensa. A los de El Tribuno, que cada vez son menos y sacan el diario igual. A Silvio Jaime, que ligó el bajón. A todos va un poema de Tejada Gómez. La ilustración es de Carpani, por supuesto.
Menú del día
(Armando Tejada Gómez)
1
ferroviario, bracero, pintor, oficinista;
avanza tumultuoso con todos los oficios
y simple, como un silbo, va a buscarse la vida.
Dicen que el lunes es padre. Pero también es madre.
Yo canto que también es muchacho y muchacha.
Madruga en las azules brújulas del planeta
y anda de campanero por los gallos del alba.
El lunes se conduele del que no tiene lunes,
del lunes sin semana de los desocupados,
pasa frente a sus casas como una estrella errante
donde hace cola el odio con los puños cerrados.
Yo suelo ver al lunes a eso del mediodía
en la fonda, en los bares, en las grises cantinas,
celebrando un puchero de rabo sustancioso
donde un coro de choclos sinfoniza la risa.
Pienso que si los lunes se pusieran de acuerdo,
como ya sucedió y sigue sucediendo,
todo amanecería violentamente hermoso
y en todas las cantinas cantaría el puchero.
2
Si uno ríe los martes, debe llorar los viernes
y mirarse las manos a la luz de una vela,
porque el martes, desnudo, como un niño, padece
de las admoniciones de la luna perversa.
Los martes tiene ruidos en todos los rincones
y suelen nominarse con un trece tridente,
por lo que el martes es ese muchacho de catástrofe
que rompe las ventanas de los adolescentes.
Haga el martes arroz, fideos con manteca,
una sopa liviana, churrasco vuelta y vuelta:
hay que evitar el íncubo que oficia a media noche
y las convocatorias rojas de la pimienta.
Los martes se discute. Hay plenario en la casa.
El viejo se levanta. Deja el puño en la mesa.
Sus hijos dicen: armas, dicen Che, dicen basta
y sobre nuestra bronca pasa ardiendo la huelga.
-Madre, no llore. Madre, no estamos contra el viejo.
-Estamos contra el mate del paro dominguero.
-El cree que la huelga es cosa de parar
y nosotros creemos que es pueblo en movimiento.
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