31 de octubre de 2013

The good wife



Es el título de una serie yanqui. Pero sirve muy bien a mi post de hoy, así que me lo quedo. En la serie, una mujer hermosa, abogada brillante y madre de dos hijos se banca la humillación de enterarse por tevé que su marido, un hombre público, le pone unos muy públicos cuernos. Ah, y además es medio delincuente. Le dan prisión domiciliaria y ahí está ella con dos pendejos, un laburo, una suegra más mala que el café frío y un marido picaflor y truhán que le pusieron preso en el living. (Sho lo rajo a patadas a que le den prisión en el domicilio de la loca, a ver cómo le va).

A raíz de una publicación de la Tarcic en Facebook  me quedé colgada con lo de la buena esposa y en el cuelgue encontré montonazos de consejos sobre cómo alcanzar el estatus de good wife. Hubo personas civiles y ungidos religiosos que no sólo pensaron en qué hay que hacer para ser una buena esposa sino también en lo que no hay que hacer. Encontré el texto original y completo del pafleto franquista que compartió Bárbara, que (no me extraña) es originalmente yanqui. En el medio encontré consejos de las amantes (bien entendidas en materia de maridos disconformes) para "retener" al marido. Ah, y me encontré a la "santita" umbanda a la que las místreses rezan para que su muchacho deje a la bruja, a los chicos y al perro y se abrace a ella para siempre.

Un espanto, la verdad, tanta cosa sobre la buenaesposidad en 2013. Yo no soy esposa y si lo fuera, posta que no alcanzo los estándares. Si fuera amante, lo del umbanda es humillarse feo. Si fuera religiosa, cambiaría de reverendo, gurú, iglesia o lo que venga.

Buscá la paz, la felicidad, pará de sufrir y vas a ser un buen elemento cualquiera para cualquier núcleo social: tu familia, tus amigos, tus compañeros de cualquier cosa. Y si para eso te sobra el tarro de Blem que compraste hace 5 años, que siga sobrando.

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