Ayer quise tomarme un taxi. El que estaba en la parada "legal" establecida por la Municipalidad de San Miguel de Tucumán era celeste (los taxis autorizados son blancos) y no tenía la oblea de registro (es una cosa plateada, bien visible, de unos 20 x 20 centímetros que va pegada en el parabrisas delantero).
Ante este panorama decido abalanzarme sobre un taxi autorizado, pulcro y con un chofer que aparentaba no haber bebido alcohol en las últimas dos horas. El taxi no se había detenido en la parada: subí al auto cuando se bajó otro pasajero. Antes de cerrar la puerta, un agente municipal nos advirtió, al chofer y a mí, que si yo no bajada del auto se vería obligado a labrar un acta de infracción. "Sólo se puede tomar taxis en las paradas autorizadas", dijo. Le expliqué que en la parada autorizada había un taxi ilegal, que él seguramente había visto, porque su color celeste metalizado lo hacía sobresalir del resto del conjunto. "Debe ser un error. En las paradas hay sólo taxis autorizados". Me bajé, le pedí disculpas al taxista por abordarlo ilegalmente y por las molestias que en consecuencia le causé. Y tomé del brazo al agente municipal mientras le proponía un desafío: conseguirme un taxi decente en la parada oficial.
El jovencito aceptó, me acompañó hasta la parada de taxis y me señaló el primer auto de la fila. "La oblea está despegada, si está registrado, es imposible ver el número de registro. El chofer no lleva abrochado el cinturón, el auto está sucio y sin la tarjeta de desinfección ni la identificación del conductor a la vista. No voy a subir", dije. Y empezamos a discutir. Se sumó otro inspector a la ronda de comentarios. Yo les señalaba vehículos que violaban unas cuantas normas de tránsito más otras tantas de transporte público y les pedía que hicieran las actas de infracción. Ellos me decían que sólo multaban a los que no respetaban las paradas. Yo les decía que eran unos nabos que arriesgaban mi seguridad obligándome a tomar taxis truchos en paradas oficiales. Ellos me contestaban que los autos estaban debidamente registrados. Yo les mostraba que en la mitad de los casos era imposible para el usuario determinar eso, por el mal estado de las obleas y de la chapa patente. Ellos me mostraron un lindo y limpio auto, con un chofer encinturonado, con una oblea bien exhibida y una chapa patente en condiciones: yo les hice notar que los vidrios llevaban una película oscura que los opacaba notoriamente más allá de los límites legales. Y era un taxi autorizado. Pero ellos no iban a multarlo. Y yo no iba a ganar nada discutiendo. Y me subí a un auto registrado que no cumplía un par de normas que yo estaba dispuesta a ignorar en favor de mi salud mental. Hice eso y debí haberme quedado en la puta parada, mostrándole a esos pendejos que cuando no hacen su trabajo me ponen en peligro a mí.
No lo hice y perdí la batalla por un buen servicio de transporte público.
Como la pierdo todos los días, cada vez que tomo el ómnibus que no respeta su frecuencia ni tiene carteles de desinfección ni identificación del chofer (que por supuesto no usa cinturón) ni tiene matafuegos ni cierra las puertas cada vez que está en movimiento ni tiene facilidades de acceso para discapacitados ni respeta las normas de circulación. Pingo.
Debería abandonar esta costumbre de dejarme ganar todos los días.
Ante este panorama decido abalanzarme sobre un taxi autorizado, pulcro y con un chofer que aparentaba no haber bebido alcohol en las últimas dos horas. El taxi no se había detenido en la parada: subí al auto cuando se bajó otro pasajero. Antes de cerrar la puerta, un agente municipal nos advirtió, al chofer y a mí, que si yo no bajada del auto se vería obligado a labrar un acta de infracción. "Sólo se puede tomar taxis en las paradas autorizadas", dijo. Le expliqué que en la parada autorizada había un taxi ilegal, que él seguramente había visto, porque su color celeste metalizado lo hacía sobresalir del resto del conjunto. "Debe ser un error. En las paradas hay sólo taxis autorizados". Me bajé, le pedí disculpas al taxista por abordarlo ilegalmente y por las molestias que en consecuencia le causé. Y tomé del brazo al agente municipal mientras le proponía un desafío: conseguirme un taxi decente en la parada oficial.
El jovencito aceptó, me acompañó hasta la parada de taxis y me señaló el primer auto de la fila. "La oblea está despegada, si está registrado, es imposible ver el número de registro. El chofer no lleva abrochado el cinturón, el auto está sucio y sin la tarjeta de desinfección ni la identificación del conductor a la vista. No voy a subir", dije. Y empezamos a discutir. Se sumó otro inspector a la ronda de comentarios. Yo les señalaba vehículos que violaban unas cuantas normas de tránsito más otras tantas de transporte público y les pedía que hicieran las actas de infracción. Ellos me decían que sólo multaban a los que no respetaban las paradas. Yo les decía que eran unos nabos que arriesgaban mi seguridad obligándome a tomar taxis truchos en paradas oficiales. Ellos me contestaban que los autos estaban debidamente registrados. Yo les mostraba que en la mitad de los casos era imposible para el usuario determinar eso, por el mal estado de las obleas y de la chapa patente. Ellos me mostraron un lindo y limpio auto, con un chofer encinturonado, con una oblea bien exhibida y una chapa patente en condiciones: yo les hice notar que los vidrios llevaban una película oscura que los opacaba notoriamente más allá de los límites legales. Y era un taxi autorizado. Pero ellos no iban a multarlo. Y yo no iba a ganar nada discutiendo. Y me subí a un auto registrado que no cumplía un par de normas que yo estaba dispuesta a ignorar en favor de mi salud mental. Hice eso y debí haberme quedado en la puta parada, mostrándole a esos pendejos que cuando no hacen su trabajo me ponen en peligro a mí.
No lo hice y perdí la batalla por un buen servicio de transporte público.
Como la pierdo todos los días, cada vez que tomo el ómnibus que no respeta su frecuencia ni tiene carteles de desinfección ni identificación del chofer (que por supuesto no usa cinturón) ni tiene matafuegos ni cierra las puertas cada vez que está en movimiento ni tiene facilidades de acceso para discapacitados ni respeta las normas de circulación. Pingo.
Debería abandonar esta costumbre de dejarme ganar todos los días.
3 comentarios:
Para q tu lucha cobre sentido, tenemos q luchar todos, de paso , te mantenemos cuerda.
Hola marianita, yo estoy aca en Barcelona y riendome mucho (pero de verdad mucho!!) con tus aventuras con los taxis y los municipales. Con que te conozco y sé como sos, no me extraña que el tema te tenga de los nervios. En fin, llegue a tu web de puta casualidad y me puse a leer lo que escribis. Es bueno saber que seguis dando batalla (y encima ahora sos una blogger !!)
Buena suerte, chau.
E.
Gracias por hacer un comentario, E. Te aseguro que te vas a reír mucho más cuando te cuenten cómo es la vida por estos lares cuando manejo en hora pico(en el relatado contexto vial) mi resistente y pesado Falcon gris.
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