3 de noviembre de 2009

Un día en la vida

Antes rindo dos prácticos. Después me entero de que tengo una edición berreta del libro de Arlt. Quizá no sirva para el examen. Ahí nomás la puteada de Javier. Injusta, por cierto. Ahí nomás Vallejo. El juguito supuestamente saludable que tomé en lugar de cocalái me cayó como un litro de ajenjo. Nota mental: no intentar llevar una vida sana. Evidentemente esos intentos dañan mi salud. Consigo cambio, tomo el 129.
Sube un chaboncito con las orejas perforadas. Pero perforadas. En los agujeros, en lugar de aros, insertas dos argollas hechas con caña. Insertas por los bordes, de manera que los lóbulos son como dos bocas abiertas. O como un par de orejas adicionales. Dice algunas cosas a las que no presto atención. Dice también que está viajando por Latinoamérica. Tengo la impresión de que tiene acento chileno, pero no estoy muy segura. Empieza a tocar la Zamba de Lozano con el charango. Y al mismo tiempo toca el sikus. Después toca otra cosa, una canción que no alcanzo a reconocer. Le doy unas monedas, no tengo más. Tengo, pero es todo lo que me queda y no me atrevo a dárselo. Él pone la plata en un bolsito de tela artesanal y me aclara, mientras sacude la cosa y hace sonar la alcancía, que el bolso se llama Juanito. Que es su compañero de viaje. Termina el concierto raro, haciendo equilibrio entre las frenadas y los pozos de Domingo Amaya, con una versión libre. Con una versión. Libre. Con una diversión libre. No sé, algo así. Sin documentos, de Los Rodríguez. Le doy otras monedas que encuentro sueltas. Cierra el espectáculo con un discurso sobre la lluvia que esperamos y que vino a alimentar los surcos de nuestra tierra. Antes de bajarse dice "viva Latinoamérica unida". Pienso en la medida de mi pobreza. En el infortunio y la fortuna que es la medida de mi pobreza, que son esos cien que tengo en el bolsillo y con los que de muy buena gana le pagaría el muy buen rato. La medida de mi pobreza que son esos cien que no me animo a darle porque no podría explicarle al Gordo que los usé en tres canciones y en vivar a la Latinoamérica unida con un viajero de cuatro orejas.

2 comentarios:

Salvador dijo...

Estoy seguro que ese joven de orejas perforadas, estaria feliz ahora con ese roca...

Mariana dijo...

Claro que sí, claro que sí

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